martes, 15 de marzo de 2011

Ninguno


Fue cuando vivía en el cálido líquido amniótico que se mal forjó su destino.
Sus padres nunca habían tenido poder de decisión, por lo tanto jamás pudieron encontrar un nombre para el niño que iba a nacer. Cada día que pasaba papá y mamá lo llamaban con un nombre diferente: Marcelo, Javier, Martín y así sucesivamente, aun después de nacido el niño. Gustavo, Vicente, Manuel tenía miles de rostros y miles de personalidades también. Un día podía darse al amor, trabajar por los pobres y al siguiente convertirse en un asesino serial o un pedófilo. Nunca nada le duró más de un día, ni una novia, ni una vocación, ni un ideal. Abarcaba todo, y todo era nulo al fin.
Un día una persona que lo conoció y logró entenderlo, encontró su nombre ideal. Lo llamó μηδείς(*) , “Ninguno” para nuestro idioma.

(*)Así se nombró Odiseo a sí mismo en el canto IX, La odisea.

1 comentario:

Leo Felipelli dijo...

Me encanta. Simplemente. Tiene la polenta y contundencia suficiente como para ser libro, siendo una prosa corta. Y con tal extensión basta, ¿eh?

No te canses de romperme la cabeza, Male... dale...

beso grande.


Leonel