martes, 15 de marzo de 2011

Ninguno


Fue cuando vivía en el cálido líquido amniótico que se mal forjó su destino.
Sus padres nunca habían tenido poder de decisión, por lo tanto jamás pudieron encontrar un nombre para el niño que iba a nacer. Cada día que pasaba papá y mamá lo llamaban con un nombre diferente: Marcelo, Javier, Martín y así sucesivamente, aun después de nacido el niño. Gustavo, Vicente, Manuel tenía miles de rostros y miles de personalidades también. Un día podía darse al amor, trabajar por los pobres y al siguiente convertirse en un asesino serial o un pedófilo. Nunca nada le duró más de un día, ni una novia, ni una vocación, ni un ideal. Abarcaba todo, y todo era nulo al fin.
Un día una persona que lo conoció y logró entenderlo, encontró su nombre ideal. Lo llamó μηδείς(*) , “Ninguno” para nuestro idioma.

(*)Así se nombró Odiseo a sí mismo en el canto IX, La odisea.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Nereida en su jugo


Ella iba a ser una chica más de ciudad pero cuando nació, algo inesperado ocurrió.

El contacto con el aire gélido del exterior la hizo llorar tanto pero tanto que sus lágrimas se convirtieron en un mar.

La gente a su alrededor no sobrevivió. Ni su madre, ni las enfermeras, ni el obstetra, ni nadie en la ciudad. Así pasó de un útero a otro.

Pero ahora estaba sola.

Ese mar fue entonces su casa, pero también su alimento.

La niña que luego fue joven bebía su propia tragedia.

La tristeza la movía como en una burbuja y la conciencia la paralizaba al instante. Nunca pudo aprender a caminar ya que solo flotaba. Tampoco supo querer porque no tenia a quién. Pero lo peor es que nunca tuvo a nadie que la quiera.

Tenia un canto hermoso pero nunca hubo quién la oyera, entonces sólo cantaba nuevos pesares.

Una sirena no puede vivir en el mundo real.


(Malena Umérez. mediados del 2010)



Tema para musicalizar poema:
David Bowie - Lady Grinning Soul (bowie)






martes, 1 de marzo de 2011

Tengo...


Tengo la sensación de cuando él me dolía,

pero sin llanto;

la presencia de aquellas muertes,

pero sin cuerpos;

el saber de la ternura de las manos amigas,

pero sin sus cuidados;

la conciencia de que amé,

pero temiendo.

Tengo la certeza de que mi vida pasada

se ha perdido en un laberinto.

Y las migas que dejé como rastro para encontrar de vuelta el camino, fueron devoradas por insectos anónimos.


(Malena Umérez. Febrero 2011)